12/27/2013

Ser treintañera y emocionalmente inestable está de moda.

Mujer, de 30 a 39 años, soltera (con un pasado en pareja), independiente, “atractiva”, “inteligente”, “con las cosas claras”… y perdida, completa y absolutamente perdida. 

Aparentemente lo tienes todo. Perdón. Estás segura de que lo tienes todo, e incluso sabes que no necesitas nada más: trabajo, aficiones propias, hogar, amigos, fiestas, juventud, viajes, dinero, experiencia, tiempo, libertad. Eres como el Ave Fénix, pues tras una trayectoria emocional con la que no estás del todo satisfecha y de la que has salido indemne por los pelos, te encuentras bien, estás curada. Tu bagaje te ha hecho más fuerte, ya no te volverán a doler las cosas que antes lo hacían ni te vas a dejar engañar como lo hicieron, así que ahora te sientes poderosa, mucho más aún ante la posibilidad de poder revivir tus 20, esta vez, claro está, con más sabiduría y madurez. ¡El mundo es tuyo! Claro que sí... Pero no. La realidad es otra: vives en Matrix.

Te emborrachaste con la euforia, pero la realidad, cual resaca, siempre llega.
El fin de año se parece mucho a los domingos de resaca: recuerdas la noche anterior a fogonazos, sólo los momentos más destacados como los de risas, confesiones, flirteos y puede que también llantos, sean recuerdos más o menos lúcidos, pero no estás segura de que hayas sido siempre correcta y hayas actuado como debías, tampoco recuerdas la mayoría de las canciones que bailaste ni todos los sitios a los que fuiste y mucho menos, todo lo que dijiste. El fin de año, como esos domingos, es momento de introspección, por lo tanto, es por ello inevitable para la treintañera parar un momento y esclarecer sus dónde estoy y hacia dónde quiero ir.
A los 30 (y tantos), en estas circunstancias, muchas carencias están resueltas, quizá en parte porque necesitas menos de los demás, quizá también porque cuidas mejor cómo alimentar tus inquietudes y necesidades, o bien porque estés cansada de esperar y te resignas, o quién sabe, has sido bendecía con alguna nueva pasión y se ha convertido en el eje de tu vida. De cualquier modo, la  autonomía de esta mujer es mucho más plena y rica. No olvido que no todas cumplen cada una de las características, como por ejemplo algunas no tienen trabajo u otras tienen hijos, por enumerar algunas diferencias, pero todas, absolutamente todas, cuando les preguntas por la pareja te dirán: “No es algo que esté buscando ahora, soy feliz como estoy. Pero no estoy cerrada a nada”. Y yo me pregunto: ¡¿Esto qué significa?!

Posiblemente, una -afortunadamente es sólo una de ellas- de las cosas que más nos distancie de nuestra propia versión twenties, es la prioridad o importancia que se le da a las relaciones de pareja. Si piensas bien, es muy probable que tu actual gusto por la música de los 80 tenga que ver con tu primer novio, o que leas poesía desde que por primera vez te dedicaron algún verso de Neruda. Tus gustos, hábitos y fantasmas tienen mucho que ver con tu pasado amoroso. Somos seres que, como dice Hannah Arendt, “nacemos [ya] condicionados”, bien por el entorno en el que nacemos, o la familia, la atmósfera política, los amigos, el status, o bien, y por supuesto, por las personas que nos inspiraron amor romántico. Y es que es así, creamos parte de nuestra propia esencia gracias a la influencia de esas personas. Resultado todo ello de un esfuerzo hecho por encajar, tener hobbies comunes o simplemente gustar(-le). Hablo de esfuerzo, sí, porque muchas veces no tenías ni idea de lo que era un “unplugged”, pero ahí estabas tú, escuchando el de Nirvana o el de Eric Clapton, daba igual, había que saberlo todo. Este tipo de esfuerzo, anecdótico ante todo, se hace a esa edad porque es entonces cuando aún crees en que a los 30 ya serás una mujer casada, de éxito, con un marido perfecto y 3 retoños rubios de ojos verdes. Pero cuando llegas a la tercera década y descubres que nada de eso es así, pues ni tú, ni tus amigas en pareja, ni las casadas, ni ninguna, está así ni lo quiere ya que sus aspiraciones también han cambiado, un día, sin más, te redescubres; consciente de tu edad y desechada la ficción veinteañera, te reconcilias con el entorno y tu propia vida, por eso eres feliz. Aún así, también eres consciente de que hay un hueco, más bien un vacío que nada ni nadie puede cubrir. Desde aquí, el "esfuerzo anecdótico" ya no es esfuerzo; buscas a alguien que amplié tus conocimientos y te haga crecer, en esta ocasión lo haces con gusto, pues posiblemente ya admiras sus pasiones porque son las tuyas y no –sólo- las suyas. 

No en vano aludía al principio a que estas mujeres están perdidas, pues aunque se saben dueñas de su presente y su futuro, este futuro lo prefieren en compañía; digan lo que digan. 
Vivimos en una sociedad en la que las relaciones personales toman diferente cariz y relevancia a los que venían teniendo tradicionalmente, por ejemplo, cada vez son más las personas que viven fuera de sus países y a falta de su familia, adoptan a sus amigos como tales. Son familia de verdad, sólo que elegida. Si esa necesidad emocional la llevamos al terreno romántico, es imposible decir que aunque “estar sólo esté de moda” es algo que prefiramos. Tener pareja, pienso, viene siendo necesario en nuestros días más que nunca y en la misma medida difícil.
Con un criterio de deseos más o menos claros la treintañera es más exigente, con lo cual, el número de candidatos se reduce notablemente. Varias citas y decepciones se han sucedido en los últimos meses, y el hastío que le produce una “conversación oficial de recién conocidos” o un encuentro sexual desprovisto de más interés que el propio, tampoco seduce como al principio. Una cosa es estar disponible y otra es estarlo para cualquiera. Para colmo, ha conocido a alguien interesante,  sabe cosas de él que de verdad le producen atracción, deseos de conocerlo, incluso de tener todas las conversaciones oficiales u oficiosas necesarias. Es guapo, viste bien y huele mejor. Conoce a Jaques Rivette y su “L'amour fou”, sabe que es mejor encontrar las preguntas adecuadas que las respuestas absolutas, lee a Nabokov, Faulkner y Onetti, de sus gustos musicales no sabe mucho, pero lo imagina escuchando música electrónica, indie o una ópera de Vivaldi. Imaginas. El término hace añicos todo lo demás. Resulta que entre ambos existe una distancia casi insalvable, para empezar es un desconocido, tienes una relación no-personal con él y poco más sabes, además intentar dar un paso más allá no lo contemplas, no sólo pondrías en peligro ciertas cosas, sino que también, cuando estás ante él, estás paralizada cual víctima de un veneno poderosísimo. 
Todo así, se reduce a mera ilusión. A un amor idealizado que no llegarás a saber si, una vez más, te frustra o bien te hará más feliz de lo que ya eres. Si los 30 son los nuevos 20, yo me atrevería a decir que incluso, para cosas como esta, los nuevos 15. Cuando nos encontramos ante alguien que, en principio, es digno de admirar y amar, se mengua en todos los aspectos menos en sonrisas. Si no te decides volverás a las crisis que se producen cuando alguien no te convence: “¿y si ahora nos hacemos novios?, ¿qué come un novio?, ¿cada cuánto tiempo tengo que sacarlo a pasear? Bromas aparte, si merece la pena, inténtalo.
Si quieres salir de dudas, es fácil, cítalo, con cualquier excusa o sin ninguna. Toma las medidas y tiempo pertinentes, pero no te quedes con la duda, pues como dice Lana del Rey  “We had nothing to lose, nothing to gain, nothing we desired anymore, except to make our lives a work of art”. Y el arte de amar, como todos, debe al menos intentarse.

¡Feliz 2014!

1 comentario:

  1. lamujerdeunprimodetumadre19 de enero de 2014, 2:03

    Hoy sè exactamente qué edad tienes ....Hoy he conocido que tienes un blog. Mis felicitaciones por ambas cosas. Me están gustando mucho tus entradas. Muy bien interesantes y muy bien escritas.
    Con respecto a esta , soy de la misma opinión que tú. No hay que quedarse con la duda en las cuestiones del amor.
    Me gusta comparar las relaciones amorosas con el surf. Hay q subir a la tabla, buscar la ola y subir a ella. Una de las cosas que pueden ocurrir es que te revuelque la ola y tragues mas agua de la cuenta pero llegues a la orilla sana y salva. En el peor de los casos podrías estrellarte contra una roca y sufrir heridas de las que con el tiempo te recuperarás aunque te dejen alguna que otra marquita.
    Pero siempre hay que pensar en lo que disfrutaste mientras estabas en la cresta de la ola.
    Los toros hay q verlos desde la barrera. Pero en el amor , esta no es la opción. Hay que mojarse aún a riesgo de equivocarse..
    P.D Eso si. Nunca olvides de tener siempre a mano un chaleco salvavidas.
    El amor no puede ahogar.
    Y ahora,...adivina quien soy. Jajaja

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